jueves, 18 de junio de 2009

De cómo las TICs atravesaron mi vida…

Me pregunto a veces porque estudié Medicina. Mi papá es médico, ya no ejerce, pero esa siempre es una razón potente. Me interesaba en realidad el psicoanálisis, y una tía psicopedagoga, test vocacional mediante, me dijo, “está bien que te dediques a eso, pero primero estudia para médico!” Y eso hice…

Ya avanzado en la Facultad, encontré en la Pediatría mi vocación verdadera.
Recuerdo como trabajaba mi viejo, obstetra y médico general. Su práctica era cien por ciento privada. Los pacientes se comunicaban con el por teléfono al consultorio, o a mi casa. Avanzados los ’70, incorporó un aparato fatídico, el Radiollamada. Sonaba un pitido insoportable, y a continuación se escuchaba, con dificultad, a una operadora pidiendo se comunique con alguien.

La telefonía en esa época era pública, y llena de sorpresas.

Me recibí de médico a fines del ’91. Todavía no se habían difundido los celulares ni las PC.
Ingresé a la Residencia del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez (HNRG) en 1992. Al final del 2º año de la Residencia, gané en un sorteo una agenda personal CASIO, con 32 kb de memoria (32 kb!!!).

Los residentes por esa época usábamos una libreta de datos importantes, que se transmitía y actualizaba de generación en generación. Así por ejemplo, teníamos acceso a las fórmulas necesarias para calcular el plan de hidratación de un chico deshidratado, la dosis de un antibiótico, etc.

Nunca había tenido contacto, ni interés por la tecnología.

Empecé a ver de qué se trataba esa CASIO, seguro de que podría serme útil. Fui cargando en la agenda los datos de la famosa libreta que tenia en mi poder, usando el minúsculo teclado.
Las agendas digitales intercambiaban información a través de un puerto infrarrojo. Mis compañeros se fueron sumando lentamente a la pequeña “revolución digital de las libretas”. Sin proponérnoslo, fuimos construyendo colaborativamente una libreta digital unificada, que ha trascendido y crecido hasta la actualidad, en múltiples formatos.

La pequeña experiencia con la CASIO me dio la idea de que la irrupción de estas tecnologías podía revolucionar la manera en que circulaba la información médica, y, por que no, en la manera en que atendíamos a nuestros pacientes.

En el ’95 tuve mi primera PC, con un MODEM de 56 mbps. Todavía no teníamos internet, pero comencé a utilizar el BBS de la Facultad de Medicina. El BBS me terminó de convencer: estábamos en las puertas de un cambio revolucionario, como alguna vez fue la electricidad, que cambiaría para siempre nuestra forma de vivir y trabajar, las redes abiertas de información y comunicación[1].

Para esa época tambien empezaba a incorporarse el celular a nuestra vida, ya no como un objeto de lujo.[2] Esa sola cuestión también transformó para siempre la manera en que los médicos nos comunicamos con nuestros pacientes, sus demandas de atención inmediata, por mencionar solo las relaciones laborales…

Retomando la historia, un laboratorio (la industria que empuja los cambios, el estado corriendo de atrás, como también menciona Levin) tuvo una idea de marketing brillante: regalar a los médicos acceso dial-up a Internet. Esa acción resultó un empujón formidable para la incorporación de la nueva tecnología por parte de los médicos.

Comencé a descubrir las posibilidades del “chiche” nuevo. Por 1995 creamos el primer sitio web del Hospital, uno de los primeros de hospitales públicos en la Argentina.
Es importante decir que no tuve formación alguna en estos temas. Lo poco que aprendí fue empírico, impulsado por la necesidad de resolver problemas.

De ahí en adelante, las cosas se sucedieron vertiginosamente. Por eso de que “en el país de los ciegos el tuerto es rey”, me empezaron a delegar desde la Dirección del Hospital las cuestiones vinculables con la “informática”, desde la problemática del Y2K y su posible impacto en el equipamiento médico (?!), hasta la operación de un equipo donado para realizar videoconferencias por ISDN.

Comencé a juntarme con gente afín en un grupo (Grupo de Informática Biomédica de Buenos Aires), buscando respuestas…
Me convocaron para Coordinar la Red de Telemedicina del Gobierno de la Ciudad de Bs. As., siendo yo todavía Instructor de Pediatría del HNRG.

En paralelo, crecía mi actividad como pediatra asistencial. Mis pacientes ya no solo tenían mi celular sino también mi e-mail (gulp!), y través de una lista de distribución de correo comencé a enviarles información sobre temas pediátricos. Hace 10 años incorporé el registro médico electrónico en mi práctica, desechando las historias clínicas en papel.

Hoy mi teléfono y mi antigua CASIO se han integrado en una TREO de PALM, que no descansa en todo el día. Una notebook me acompaña a todos lados.
Coordino cursos a distancia y mantengo el sitio web institucional, tratando de acortar la brecha de tiempo y distancia. El estado de informatización del Hospital sigue siendo básico, pese a todos los cambios antedichos…

Más allá del simple relato de los hechos, hay algunas cuestiones conceptuales de lo leído en los textos que creo importante marcar, porque también me han impactado directamente:

- Sobre secretos y asimetrías:

Se puede hacer una analogía entre la asimetría planteada acerca de los roles docente-alumno en el desarrollo de la sesión II[3] y la antigua asimetría de conocimiento entre médico y paciente. La evolución que ha tenido esta “asimetría” queda bien expuesta en el texto de Begoña Gros, cuando menciona las diferencias entre Sociedad Industrial y Sociedad del Conocimiento (conocimiento distribuido por múltiples vías, directamente accesible). Como comenté en el foro, esto ha implicado un cambio de posición del médico en la relación con sus pacientes y con sus propios colegas.
En la misma línea, la idea planteada por Norbert Wiener, en el capítulo sobre la Genealogía de la Sociedad de la Información.[4]

- Los cambios solitarios, cansan (y no trascienden)
Haciendo una analogía entre Escuela y Hospital, y en coincidencia con lo planteado por los autores sobre el aun escaso impacto de las TIC’s en la escuela (Begoña Ross, Levin, Castells), las TICs tampoco han incidido significativamente en la transformación del proceso de atención de la salud, existiendo sobradas razones para asumir que debieran mejorarlo.
Las iniciativa de cambio llegan de la mano de “entusiastas”, sin apoyo de los niveles centrales de decisión, sin recursos, planificación, ni capacitación alguna. Como dice Begoña Ross refiriéndose a las escuelas, “el “innovador” acaba cansado”.
Este concepto se refuerza en los comentarios de Diego Levis, en relación a la falta de política en relación al empleo de TIC’s para transformar la educación (o la salud) y en el apartado referido a la CMSI de la sesión I[5]

- Los ordenadores, en las aulas (o en las salas, consultorios, en el punto de atención)

La teleconferencia fracasó en los hospitales argentinos por el mismo problema descripto en el texto de Begoña Gros[6]: los médicos aún no se apropian de esta tecnología, como sí lo han hecho con muchas otras (el estetoscopio, por ejemplo).
A medida que la tecnología se incorpora realmente en la práctica, se vuelve “invisible”. Necesitamos disponer de tecnologías ubicuas, siempre disponibles y fáciles de usar.


[1] Cito la tesis de Nora y Minc:
La tesis de Nora y Minc, en gran medida deudora del pensamiento de Wiener, se estructura alrededor de la idea de que las consecuencias del proceso de informatización son de una dimensión más amplia que otras innovaciones tecnológicas que la precedieron, pues su alcance concierne a todos los ámbitos de la actividad social. A partir de este principio, los autores pronosticaron el desarrollo inmediato de “una informática de masas que invadirá toda la sociedad, como lo ha hecho la electricidad” (Minc/Nora 1980:17).
[2] Dice Levin en su diálogo: “somos ubicuos con el celular, estamos en todas partes!”
[3] “Docente y alumno son las únicas posiciones de sujeto posibles en la pedagogía moderna. Así, el docente se presenta como el portador de lo que no porta el alumno, y el alumno – construido sobre el infante – no es comprendido nunca en el proceso pedagógico como un “igual” o “futuro igual” del docente – como lo era, por ejemplo, en la vieja corporación medieval – sino indefectiblemente como alguien que siempre – aun cuando haya concluido la relación educativa – será menor respecto de otro miembro de la díada.” (Pineau, 2001).

[4] “Para Wiener este nuevo modelo de sociedad era, por definición, incompatible con la práctica del secreto, las desigualdades de acceso a la información y su transformación en mercancía.”

[5] De nada vale repetir, en coincidencia a los gobiernos firmantes de la declaración de principios de la misma cumbre que se reconoce “el enorme potencial de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) para responder a la devastación ocasionada por el hambre, las catástrofes naturales, las nuevas pandemias, por ejemplo el VIH/SIDA, y la proliferación de armamento”, si no se proponen acciones que permitan alcanzar los objetivos marcados.

[6] Por lo demás, desplazar un grupo de estudiantes a un espacio en el que hay máquinas convierte el uso de la tecnología en algo “extraordinario”, en algo “visible”. ¿Alguien puede imaginar qué cada vez que un estudiante quiera escribir tenga que desplazarse a un espacio especial para la escritura?

2 comentarios:

  1. No soy médica, pero utilicé la Bbs Facultad de medicina! No con fines médicos, sino con la necesidad de comunicarme a través de un nuevo medio! Recuerdo con mucho cariño esa época, y a la gente que como yo, formó parte de ello.

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  2. Yo todavía recuerdo cuando para comunicarme me citaba con el otro, y cara a cara, mate mediante disponíamos del tiempo para reír y debatir. 😳

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